El corazón

Si fuera cualquier embarazada estaría pidiéndome unas enchiladas del Sanborns, o talvez un pay de hígado con aguacate, pero mi vaquerita no es una embarazada cualquiera.

Su cuerpecito jacarandoso manifiesta gusto por otro tipo de antojos. Catéteres, pasar la tarde en un hospital, tomar laaargas sesiones de reposo. Talvez piensen que puede llegar a ser cansado, pero al ver la bravía con la que ella toma los retos que se nos van presentando en el embarazo es imposible para mi dejar de sentir amor y admiración por su valentía y cariño mostrado para con nuestro vaquerito.

Ella suele decir que sin importar los entuertos que a ella le den, si nuestro vaquerito sigue bien ella será feliz y aguantará vara. Es fácil decir lo anterior, pero aguantarlo, deveras que no.

En la última aventura hospitalaria nos dimos un susto bastante considerable. Mi vaquerito tuvo a bien posarse sobre uno de los riñones de su madre, y se lo estaba poniendo como melón de temporada. La solución que dio el urólogo fue relativamente sencilla: un catéter JJ del riñón a la vejiga. Lo que nunca nos dijo el infeliz era que ese catéter le iba a ocasionar a mi vaquera contracciones y unos dolores que ya quisiera yo para los peores políticos de este pais.

Esa misma noche tuvimos que llevarla de emergencia al hospital. Con el miedo subido llamamos a su ginecólogo, que llegó de volada y solicitó un aparatejo para escuchar los latidos del corazón del vaquerito.
Todo cambió dentro de la sala de emergencias cuando sobre los ruidos y gemidos de los demás enfermos sobresalía con fuerza y buen ritmo el incesante batir del corazoncito de nuestro hijo.

(los golpes que se escuchan más fuertes son sus pataditas, y la risa angelical es de mi vaquera)

Mi vaquerita tuvo que pasarse otros dos dias hospitalizada hasta que el dolor se volvió mas tolerable. Buen susto nos metimos. Ella sintió mucho dolor esos dias, pero todo lo malo se olvida al escuchar de nuevo el firme latir de ese corazoncito.