Eran los principios de los noventas, y a nadie le importaba.
En Delicias el rock en vivo era prácticamente algo desconocido, tan sólo el antecedente del grupo Acacia era lo nos hacía pensar que no éramos los únicos idiotas que pretendían hacer música en una pequeña ciudad agrícola perdida en medio del desierto.
No sé si haya sido por la edad que teníamos entonces, o por las circunstancias de cada quién, o por los tiempos que se vivían, o la suma de todo lo anterior, pero todos sufríamos esa sensación de que cosas nuevas estaban pasando: Había fuera del país una nueva ola de música, fresca y a la vez rancia, desenfadada y divorciada de los cánones dictatoriales del "deber ser del rock", música proletaria y honesta que estaba diciéndonos que para tocar sólo requerías corazón y un poco de habilidad musical.
Y entró a nuestra ciudad y a nuestras casas por los platos parabólicos y los dvd's importados, y vaya que nos pegó fuerte. Tuvimos ese raro privilegio de ser una generación con su propio movimiento musical y con sus bandas recientes y prolíficas, y eran tantas y variadas que nos hicieron pensar que se venía algo poderoso, como un enorme tsunami al que todos nos íbamos a montar surfeando. El grunge no nos quitó el sabor del trash o del punk, al contrario, nos nutrió creativamente dándonos algo de lo que podíamos apropiarnos sin sentirnos fuera de lugar.
Nuestra banda se había propuesto como única premisa el hacer canciones propias, si bien el abarrote ya existía (como hasta ahora) el "ser originales" iba a ser la médula de nuestra música y nota distintiva de la banda. Pepe había dispuesto como meta el tener un set de rolas decente y suficiente como para una tocada leve, la cual nos daba pinche nervio y emoción, como quien sabe que por primera vez va a coger pero teme no dar el ancho (o lo das o lo recibes, pero se arma).
Luego de alinear el set, los "fierros" y la actitud, Pepe propuso crear nuestra propia tocada a falta de espacios y oportunidades: como si fuese el baby shower de la prima Carlota íbamos a tener nuestro debut metalero en un salón de fiestas y posadas, donde invitaríamos a todos aquellos incautos a escuchar nuestras mamadas, ya nada más nos faltaba vender papitas con chile y que nuestras madrecitas estuvieran presentes para limpiarnos el sudor al hacer headbanging y gritarnos "te estás alocando mucho Bebo!"
Pese a todo, hay cosas que uno no olvida nunca, el nervio, la duda existencial y la diarrea sónica que te va a salir cuando oyes el "clac-clac-clac" de las baquetas del Ceto al arrancar la rola, y al ver al heroico ingeniero-sonidista-roadie-staff del Flippy hacer milagros y corajes al tratar de sacarle sonidos y electricidad al equipo basura que teníamos, los gritos y ojos desorbitados del Bebo por tratar de oírse mientras los demás nos creíamos los Herederos del Reino del Metal ungidos para dominar la Tierra.
El segundo toquín fue por mucho, mejor en cuanto a sonido y dominio de las canciones, pero también muy simbólico: Cumpliendo con el ritual karmático reivindicador que toda banda ha hecho desde el inicio de los tiempos, íbamos a tocar en la preparatoria frente a toda la perrada que no daba crédito hipócrita, a que algunos de sus más bizarros miembros fueran a rockear al final de clases un viernes por la noche.
Advertidos los escolapios por parte del Pepe, de que en esa tocada por parte de nosotros no saldría mas que ruido personal, esa noche sonamos rudos, aliceinchainescos, indiferentes y hasta vengativos. Creo que pese a todo creo que gustamos o al menos trataron de no ser tan gachos para no herir nuestros sentimientos, con todo y mirada la mamona del Director y las muestras de admiración y extrañeza por parte de la raza. Hasta entonces la banda no tenía nombre, más por falta de consenso que de propuestas, así que nos hicimos llamar simplemente el grupo "X" (también conocida como la "banda de la marca equivocada" o "la banda incorrecta").
Personalmente siempre he tenido atracción por los horizontes, me gusta verlos cuando el sol se fuga para el otro hemisferio, pero más me gusta imaginarlos cuando quiero sentir de nuevo las cosas que me hacen feliz, o que me provocan la sensación de que el futuro traerá consigo esos momentos donde nuevamente correrá por mis venas y mi cerebro, ese estado de gracia que me da tocar con mis mejores amigos. Aún recuerdo esa tarde con el horizonte del noroeste de Delicias, anaranjado y polvoroso, lo miré hasta darme cuenta de que cuando quisiera estaría conmigo, recordándome que los momentos se construyen para que nos acompañen siempre.
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